martes, 29 de octubre de 2013

PIEDRAS ARTIFICIALES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA GRAN PIRAMIDE


Ocurrió una curiosidad durante un experimento llevado a cabo por unos investigadores que se disponían a buscar cámaras ocultas en la pirámide utilizando ondas de sonido, dispusieron los emisores de forma que las ondas al atravesar las piedras registrasen posibles cámaras no encontradas, pero lo que ocurrió fue, que al impactar esas ondas no atravesaron las piedras y sí, fueron absorbidas por éstas. 

Los investigadores no se explicaban el por qué, analizaron las piedras y descubrieron que contenían una cantidad de agua mucho mayor que cualquier piedra natural y que por ser así, las ondas eran absorbidas. Hay muchas evidencias más que demuestran que la civilización que construyó la gran pirámide, tenía conocimientos de una tecnología impresionante. La pirámide de Keops, originalmente estaba recubierta por 27.000 placas de granito pulido, pero en el siglo XIII, un terremoto prácticamente destruyó la ciudad, entonces los egipcios echaron mano del recubrimiento de la pirámide para utilizarlo para construir la ciudad del Cairo.

Ablandamiento de piedras, fabricadas o naturales, lo que se sabe es que las explicaciones dadas por la arqueología no convencen a las personas que conozcan las investigaciones hechas sobre esa civilización, la arqueología insiste en que las pirámides eran tumbas, nada más lejos de la realidad, pues en las 108 pirámides censadas en Egipto, no se encontró en ninguna de ellas ninguna momia, y no por haber sido saqueadas como nos dicen los arqueólogos, pues algunas de ellas estaban invioladas y los sarcófagos vacíos. Solamente en dos ocasiones se encontraron en una el cadáver de una mujer, pero era de la era románica, y en otra, el cadáver de un niño. 

La pirámide de Keops, supuestamente era su tumba, pero nunca se encontró nada que demostrase que Keops lo fuese, solamente una estatuilla de piedra de 15 cm fue lo único que se encontró de él, solo una insignificante estatua pequeña. 

La construcción de las pirámides, sus medidas, su orientación y la tecnología tan avanzada eran conocimientos que la casta sacerdotal egipcia poseía en las primeras dinastías, para que os hagáis una idea de tal tecnología, las placas de granito pulido que recubrían la gran pirámide, habían sido pulidas con máquinas de alta precisión, además a título de ejemplo, el pulimento se compara al que se realizó en la lente principal del telescopio del observatorio astronómico de Monte Palomar, y además, fueron pulimentadas nada menos que 27.000 placas de granito, ¿Cómo? ¿Con qué aparatos? 

Con eso concluimos que, de ser así, ¿cómo conocían esas técnicas y poseían aparatos de tal precisión una civilización que según la arqueología solo conocían y utilizaban herramientas de cobre? 

Estas son solamente algunas de las muchas evidencias que existen que derrumban por completo las teorías que la arqueología se empeña en mantener. 



Artículo realizado por Manuel José Delgado ...

Las explicaciones ortodoxas sobre la construcción de las pirámides egipcias, especialmente la atribuida al faraón Keops, no tienen actualmente ninguna consistencia. 

Estos estudios res y tradicionales, llegan además a conclusiones realmente sorprendentes: los antiguos egipcios conocían una técnica que les permitía “fabricar” piedras artificiales. Piedras que hoy podemos ver milimétricamente integradas entre sí en las grandes construcciones faraónicas. 

Para muchos el asunto no ofrece la menor duda: el faraón Keops reinó durante 23 años, veinte de los cuales los dedicó a la construcción del mayor monumento que el hombre jamás haya erigido.

Tal idea proviene de lo narrado en Los Nueve Libros de la Historia escritos por Heródoto: 

En cuanto a la pirámide, se gastaron en la construcción veinte años. Veinte años para que, hace 7 000, aquellos obreros de la Era del Cobre elevaran, con precisión asombrosa, cerca de dos millones seiscientos mil bloques de piedra que, por término medio, pesa cada uno 2 toneladas.

Es decir, que cada año se debieron colocar 130.000, lo que suponen 360 al día. Si hacemos un cálculo aproximado para la jornada laboral de los obreros de la época de 12 horas, el resultado es que durante 20 años, sin conocer el hierro y la rueda, el arquitecto de la Gran Pirámide organizó un equipo de trabajo capaz de seleccionar la piedra en la cantera, cortar el bloque, transportarlo varios kilómetros, cruzar el Nilo, izarlo a cientos de metros y colocarlo milimétricamente, todo ello en el tiempo récord de ¡120 segundos! por bloque. Es decir, que según las explicaciones ortodoxas, aquellos artesanos,! tan cercanos al Paleolítico, encajaron durante veinte años un bloque cada dos minutos. Ni más ni menos. 




El ingeniero Jomard, de la expedición francesa de Bonaparte, en datos corroborados posteriormente por el arqueólogo Lauer, calculó que durante los últimos 1.500 años de la historia clásica egipcia, correspondientes al Imperio Nuevo, dinastías posteriores y periodo ptolemaico, se usaron 4.000.000 de metros cúbicos de piedra. 

Tal cantidad de roca, que constituye la colección de monumentos más impresionante de la antigüedad, parece minúscula al compararse con las obras realizadas en el Imperio Antiguo. Sólo la Gran Pirámide tiene 2.000.000 de metros cúbicos de piedra, cantidad similar a su vecina pirámide de Kefren. Es decir, se nos quiere hacer creer que en 20 años los obreros de Keops edificaron la mitad de lo que hicieron posteriormente sus colegas durante 1.500 años. Al problema del peso y del volumen hay que añadir el enigma que suponen las máquinas empleadas en el transporte y en la subida de los bloques desde la cantera hasta su emplazamiento. En este caso las palabras de Heródoto no son tenidas en cuenta ya que afirma que se utilizaron mecanismos, así como hierro, en la construcción. 

Los arqueólogos, que tanto se basan en sus palabras para datar la Gran Pirámide, hacen caso omiso de estas otras. Y no les falta razón ya que no se han encontrado vestigios de tales máquinas. Tampoco en papiros, estelas o murales se han encontrado los jeroglíficos que expliquen cómo eran transportadas e izadas las grandes masas pétreas. En un relieve de EI-Bershe, de la Dinastía XII, se ve cómo un grupo de 172 personas arrastran la estatua de Djejutijotep, de 60 toneladas, que descansa sobre un trineo. Esto, unido al descubrimiento de varias rampas que unen el Nilo con la base de algunas pirámides, da pie a la arqueología a la única hipótesis que acepta: la fuerza muscular. Y aunque tal planteamiento pudiera ser válido para bloques de 2 ó 6 toneladas no es posible imaginar a 30.000 hombres tirando a la vez de uno de los muchos bloques que existen en Egipto de 1.000 toneladas o más. Ni mucho menos izándolo por pendientes del 30 por ciento. 

Se han barajado innumerables hipótesis. 

Naves extraterrestres, poder mental, teleportación, infrasonidos y otras aún más pintorescas que intentan explicar cómo hicieron en el Antiguo Egipto para transportar los monolitos. Pero hay una de ellas que, aunque parezca fruto de la fantasía, ve avalada su credibilidad por constataciones y estudios recientes. Para asombro del hombre moderno y de su tecnología los antiguos egipcios conocían técnicas ¡ para ablandar la piedra! Existen suficientes elementos de juicio como para pensar que los constructores del Imperio Antiguo no fueron canteros, sino alquimistas. 

En 1988 se editó en Estado Unidos el libro titulado The Pyramids, An Enigma Solved ... En él se recogían investigaciones de un científico nada sospechoso de elucubraciones. El doctor Joseph Davidovits, fundador del Instituto Geopolimérico de París, profesor de la Universidad de Toronto y director del Instituto de Ciencias Arqueológicas Aplicadas de la Universidad de Barry en Florida, junto a la doctora Margie Morris, de la Universidad de Minnesota, pusieron de manifiesto lo que revelaban los análisis químicos y microscópicos efectuados en rocas de la meseta de Gizéh. Junto a los detallados informes publicaron varias fotografías en las que puede apreciarse la presencia de pelos, uñas, fibras textiles y burbujas de aire en la estructura de las rocas calizas de la Gran Pirámide. 



Estos hallazgos sembraron el desconcierto en los círculos académicos que, por supuesto, intentaron relegarlos al ostracismo. En España tuvimos la ocasión de asistir hace algún tiempo a un debate en La Clave, donde José Luis Balbín tuvo el acierto de invitar a representantes de ambas tendencias. Peter Tompkins propuso al entonces director de excavaciones de la meseta de Gizéh, Dr. Hawass, un experimento público para demostrar o desechar de una vez por todas lo mantenido por Davidovits, quien se consideraba capaz de fabricar piedras similares a las de la Gran Pirámide. La respuesta de Hawass no fue muy brillante “si ya se conocen las canteras de Tura y de Mokhatam… ¿para qué investigar otros asuntos?”. 

Lo cierto es que este arqueólogo jamás podría explicar con sus teorías qué hace un pelo de 21 centímetros en el interior de una roca caliza de hace 50 millones de años, proveniente de la edad geológica del Eoceno, allá por el segundo período de la época Terciaria. Egipto no sólo ha proporcionado grandes misterios, sino que, junto a ellos, aporta soluciones que veces resultan aún más enigmáticas. La pista para la teoría de Davidovits está en una estela conmemorativa en la isla de Sehel, cerca de Assuan. Fue descubierta en 1889 por el egiptólogo Charles Wilbour y terminada de descifrar por el arqueólogo francés Barquet en 1935. La estela de Famine, como se denomina, consta de 2.600 jeroglíficos dispuestos en 32 columnas. Aunque se supone que fue esculpida en tiempos ptolemaicos ( 300 a.C) se entiende que debe ser copia de documentos más antiguos ya que se refiere a asuntos relacionados con personajes de la III Dinastía. La estela trata varios aspectos distintos, como son: 

Descripción de la Famine, Visita a la Biblioteca de Hermópolis, Las Revelaciones de Imhotep, El sueño del Faraón Zoser y un Decreto Real. Entre las columnas situadas entre la 6 y la 22 se habla sobre métodos constructivos. De la columna 11 a la 18 Imhotep enumera las rocas y minerales de la región de Elefantina. Y las columnas 18 a 20 describen el sueño del faraón Zoser, en el que el dios Khnum da al rey una lista de minerales y productos químicos para fabricar bloques aglomerados con los que construir templos. Si este conocimiento es cierto, es posible que faraones posteriores también estuvieran enterados de estas “revelaciones” y las aplicaran a sus propias construcciones. 


Algo con lo que siempre se ha especulado ha sido el rodillo. En múltiples recreaciones artísticas se han dibujado los grandes monolitos sobre rodillos y tirados por innumerables hombres. Pero la madera siempre escaseó en Egipto y la que había era de baja resistencia al peso y a la tracción, sin contar con que se necesitan, además de los rodillos, carreteras adecuadas al transporte que aún no se han encontrado. 

Y aún admitiendo la teoría de los rodillos, hubieran hecho falta millones de ellos. La llamada Piedra de Palermo indica que Snefru, padre de Keops, asignó una flota de barcos para traer cedros, cipreses y coníferas del Líbano. Snefru fue el mayor constructor de la IV Dinastía. Se le atribuyen tres pirámides, dos en Dashur (que contienen 4.000.000 de metros cúbicos de piedra) y otra en Meidum. El total de sus construcciones asciende a 9.000.000 de toneladas de piedra, utilizadas en sus 24 años de reinado. La madera importada del Líbano no pudo, pues, servir para rodillos, ni por su cantidad ni tampoco por su dureza. Aunque sí pudo servir para fabricar… MOLDES: Heródoto así parece confirmarlo: ” … 

La pirámide fue edificándose de modo que en ella quedasen unas gradas o apoyos que algunos llaman escalas y otros altares. Hecha así desde el principio la parte inferior, iban levantándose y subiendo las piedras con cierta máquina formada de maderos cortos que, alzándolas desde el suelo, las ponía en el primer orden de gradas, desde el que con otra máquina que en él tenían prevenida las subían al segundo orden, donde las cargaban sobre otra máquina semejante, prosiguiendo así en subirlas, pues parece que cuantos eran los órdenes de gradas tantas eran en número las máquinas, o quizás no siendo más que una fácilmente transportable, la irían mudando de grada en grada cada vez que la descargasen de la piedra; qué bueno es dar de todo diversas explicaciones… “. 

La palabra utilizada por Heródoto y que se tradujo por “máquina” es la palabra griega “mechane”. En griego es un término general que indica cosas inventadas, fabricadas. En definitiva! , cualquier tipo de artilugio realizado con un propósito y que, por tanto, no debe únicamente traducirse por la acepción moderna de “máquina”. Siguiendo con este planteamiento, sustitúyase la palabra “máquina” por la palabra “molde” y lean ustedes la transcripción anterior de Heródoto. 


La cosa concuerda en extremo ya que no quedaron evidencias de ningún otro tipo de “máquinas”. Anterior a la publicación de Davidovits ya se especuló con la posibilidad de las piedras prefabricadas del Antiguo Egipto. En el Segundo Congreso de Egiptología celebrado en 1979 en Grenoble (Francia) el Dr. Klemm, experto en petrografía, avanzó los resultados de sus análisis sobre piedras de la Gran Pirámide. De las 20 muestras estudiadas no encontró dos que tuvieran la misma consistencia homogénea. Parecía que cada una procediera de un lugar distinto, con la particularidad de que dicha consistencia era diferente en zonas de la misma piedra, con mayor densidad en la parte superior que en la inferior. 

También constató que las rocas de la pirámide contenían un porcentaje de humedad superior al que presenta la piedra natural. Su conclusión fue evidente: los bloques no eran naturales, sino artificiales. Ello explicaría, por otra parte, lo que ocurrió en la pirámide de Kefrén en Septiembre de 1968. El doctor Luis Álvarez, premio Nobel de Física, había ideado un proceso para registrar el paso de rayos cósmicos a través de la pirámide, por medio de la cual esperaba descubrir cámaras ocultas. Intervinieron en el evento doce organismos oficiales de Estados Unidos y de Egipto.


Pero veamos algo más ...

Las teorías astronómicas de Orión y Sirio nos ofrecen numerosos datos simbólicos sobre las pirámides de Gizéh. Pero sólo por medio de la geometría sagrada empleada por sus arquitectos podremos averiguar los secretos mejor guardados de estas asombrosas construcciones.

La geometría sagrada está presente en la distancia y en la disposición en que se encuentran las tres pirámides -que en el plano que publicamos con las referencias más elementales de la meseta de Gizeh hemos denominado 1 (Keops), 2 (Kefrén) y 3 (Micerinos). La cara este de Keops dista de la cara oeste de Kefrén la misma distancia que existe entre la cara norte de Kefrén y la cara sur de Micerinos. Pero el dato más significativo lo constituye el hecho de que la línea que une el centro de Keops con el centro de Micerinos corta a las caras norte y sur de las tres pirámides con un ángulo de 51 grados 51 minutos, es decir, el mismo de la Gran Pirámide. Una circunstancia que abre una nueva línea de investigación de espectaculares resultados. 

Por otra parte, basándonos en las mediciones efectuadas por Sir William Matews Flinders Petrie y empleando un sistema de dibujo por ordenador (AutoCad), hemos podido comprobar que si superponemos en la meseta de Gizeh, a una escala exacta de 5:1, el corte transversal de la Gran Pirámide, su ápice (1) corresponde con la posición exacta de la pirámide de Keops y su esquina inferior izquierda (C4) con la situación de la de Micerinos.

La importancia de este hallazgo radica en el descubrimiento de que los llamados canales de ventilación de las cámaras del Rey y de la Reina no se construyeron para indicar una dirección en el Cosmos, sino como un lenguaje empleado por los geómetras que los diseñaron. 

Situando con toda precisión los pasajes, cámaras y canales de la pirámide de Keops sobre la pirámide que señalamos en el plano con las acotaciones l-C3-C4, podemos ver que las prolongaciones hacia ambos lados de los canales que salen de las cámaras del Rey y de la Reina conforman tres rectángulos (A, B y C) que constituyen el replanteamiento general de Gizeh.


La angularidad de los canales norte de ambas cámaras se corta milimétricamente en el punto B1 desde aquí tiramos una recta al centro de la pirámide de Keops (1) y, prolongandola la misma distancia, encontramos ~ el punto B2, que corresponde con la prolongación del canal sur de la Cámara de la Reina. Las diagonales de Pirámide cortan en los puntos B3 y B4 formando un rectángulo.

Por otro lado, formamos otro rectángulo con la prolongación de los lados de la pirámide imaginaria 1-C3 y l-C4, obteniendo los puntos A3 y A4, siendo este último la conjunción con la prolongación hacia abajo del canal ascendente. La cara norte de la gran Pirámide nos acota este prisma en los puntos Al y A2. Pues bien, estos dos rectángulos, B1-B2-B3-B4 y A1-A2-A3-A4, tienen la misma superficie.

La prolongación hacia abajo los canales sur nos da un punto de intersección situado en el lugar donde el perímetro del rectángulo B corta al canal descendente. La prolongación del canal sur de la Cámara del Rey nos llega al punto C2, refrendado por el canal norte de la misma cámara hacia abajo, que conforma un nuevo rectángulo con la base de la pirámide imaginaria l-C3-C4 y con el corte transversal de la pirámide de Keops.

Desde el centro de la altura de la pirámide imaginaria (4) surgen dos elipses. Una de ellas es tangente a la Gran Pirámide (El), a la pirámide de Kefrén (E2) y al lugar en que salen los canales de ventilación de la Cámara de la Reina (E3), dando con ello valor y razón de ser a los conductos. La otra elipse es tangente a la cara norte de la pirámide de Keops (Dl), a la cara oeste de la segunda pirámide (D2) y al rectángulo A (D3). Pero lo más increible de todo es que ambas elipses tienen una excentricidad igual a la medida del metro sagrado egipcio: 1,047 metros. 

Este plano es sólo un punto de partida, ya que existen muchos más datos de esta geometría sagrada cuya interpretación podría dar respuesta a grandes preguntas. Son numerosos los investigadores que, como Gruais y Mouny, teorizan sobre la posibilidad de que la disposición de los canales interiores de la Gran Pirámide esté realmente indicando ciertos pasillos en el subsuelo de Gizéh. Hay muchas afirmaciones al respecto que hablan de este inframundo, sus arcanas ceremonias de iniciación y los lugares que supuestamente albergarían tesoros del conocimiento, algunos dicen procedentes de la Atlántida.


El plano que acabamos de analizar justifica por sí solo la afirmación de que los canales de ventilación de las cámaras del Rey y de la Reina, en angulación y longitud, no apuntan a las estrellas, sino que limitan la superficie de la meseta con tal precisión que no puede considerarse casualidad. Un ejemplo lo constituye el que en el punto donde el canal sur de la Cámara de la Reina corta la cara de la pirámide imaginaria l-C3, se sitúa perfectamente la cabeza de la esfinge que, como era de esperar entra a formar parte así del conjunto geométrico de Gizeh y, lógicamente, de todos sus secretos.

¿Cuál es el significado de esta geometría? El futuro seguro que nos deparará grandes sorpresas, ya que la geometría sagrada de la meseta de Gizeh indica una ciencia ligada estrechamente a la metafísica, como veremos cuando tratemos la Gran Pirámide. Personalmente creo que Edgar Cayce tenía razón cuando dijo que en los últimos años del milenio se produciría en Egipto un descubrimiento de tal envergadura que justificaría los cambios necesarios para pasar a la Era de Acuario. La cámara oculta está servida.

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